¿Cuáles crees que son las principales preocupaciones de los españoles hoy en día en materia de vivienda?
Me gusta observar la realidad y esta suele ser compleja. De una parte, tenemos lo que piensa la gente y de otra lo que realmente sucede ante sus ojos y no comprende o pasa desapercibido hasta que la tozuda realidad golpea sin anestesia.
Por ello es necesario dividir la respuesta en bloques: lo que preocupa a las personas en materia de vivienda y lo que debería estar copando sus preocupaciones si atendieran a los riesgos.
Asimismo, entre los primeros, los preocupados, creo que hay una fuerte componente en materia de edad y desigualdad social que hace que los ciudadanos tengan problemáticas asimétricas. Para los más jóvenes el acceso a una vivienda es cada vez un reto más complicado de resolver, tanto en cuanto a compra como en alquiler. El porcentaje de viviendas que se está vendiendo al contado, con recursos procedentes de fondos (buitre incluidos) o family office es elevadísimo y estos buscan un retorno rápido vía alquileres, pero además influyen en el precio al existir una demanda con liquidez excesiva…de terceros. Para los mayores, la vivienda significa una fuente futura de ingresos potenciales mediante hipotecas inversas con las que complementar la pensión en un entorno de Estado del Bienestar en disolución, si bien este tipo de productos dejan mucho que desear y alcanzan el nivel de leoninos con facilidad generando abusos que son riesgos latentes para este perfil.
Hipotecarse se ha convertido en un lujo que implica sacrificar una burrada de años de salario. Un salario, por supuesto, incierto. Y la mala noticia es que el 70% de los matrimonios acabarán en divorcio, según el Instituto de Política Familiar, un 67% de ellos, antes de los 19 años lo cual no alcanza ni de lejos la duración de una hipoteca media.
Por si eso fuera poco, para todo propietario surge el problema del mantenimiento de un bien que se considera eterno sin serlo (La norma EHE 08 nos recuerda que una estructura de hormigón se diseña para una vida útil de – SOLO – al menos 50 años), lo que implica la necesidad de un cierto ahorro finalista para evitar la ruina. Algo que cree resolver con los seguros, sin ser cierto.
Sobre el parque de viviendas antiguo gravitan muchos riesgos latentes, empezando por las conducciones de plomo y uralita, ambas con riesgos para la salud particular y colectiva y siguiendo con las instalaciones eléctricas obsoletas e inadecuadas para un uso y consumo moderno.
Otro grave problema surge de la especulación urbanística que conlleva la recalificación de suelos que se ubican en zonas con riesgo grave de inundación o que entrañan riesgos de estabilidad del suelo sobre el que se edifica o sus inmediaciones. Riesgos que no siempre van acompañados de un diseño inteligente y responsable de los programas de seguros relacionados con la construcción y vida de esos inmuebles.
En todo caso, la preocupación más destacable, surgida de ciertos intereses mercantiles y políticos, ha calado en la población y consiste en el miedo a la ocupación. Poco se hace para separar lo que es un allanamiento de morada de aquello en que consiste la usurpación, y de poco o nada sirve que la probabilidad de morir en un accidente sea mayor que la de encontrar a alguien ajeno en casa al ir a comprar el pan. Ha calado.
Eso sí, para el final dejo otra constatación: para lidiar con los problemas cotidianos suele confiarse al seguro el papel de financiador de riesgos. Pero asegurar un hogar se ha convertido en un commodity, en algo que no requiere reflexión, análisis, inventariar y valorar, así como leer el contrato antes de firmarlo para estar seguros de lo que se compra. Y así andan ciudadano y asegurador, con experiencias poco gratificantes para unos y otros hablando unos de tomadura de pelo – pues sus expectativas se han dado de bruces con la realidad de una póliza que se contrató sin cariño por ninguna de las partes – y, los otros, de fraude – porque ni se sabe qué cubre ni qué no ni para qué sirve un seguro – .